La Iglesia de la Asunción de Rocaforte cuenta con las pinturas murales románicas conservadas en su lugar original más antiguas que se conocen en Navarra, una joya descubierta casi por casualidad que ya se ha convertido en una parte clave del patrimonio navarro recuperado.
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Las pinturas, que sólo se conservan de forma parcial, se ubican principalmente en lo que era el ábside central original de la iglesia románica del siglo XI, y todo apunta según los primeros análisis a que datarían del primer cuarto del XII. Este templo se reformó a mediados del siglo XVI, y esta zona de ábside semicircular con las pinturas quedó oculta a los fieles detrás del testero o muro recto que pasó a cerrar la zona del altar. Alberga un depósito de gasoil, una caldera de calefacción y las escaleras metálicas por las que se accede a la torre.
En la citada reforma, la iglesia fue retranqueada hacia el lado norte para salvar la ladera sobre la que se ubica, y se perdió así el ábside lateral sur. Por su parte, el ábside lateral norte se integró en la sacristía. El ábside central que sí se conserva, del que se desmontó su cúpula superior en la obra, sostiene hoy la torre que corona la cabecera del templo.
Según explica la técnico superior restauradora de la Institución Príncipe de Viana Alicia Ancho Villanueva, “el Catálogo Monumental de Navarra recogía que había unas pinturas góticas, pero nada más. Al final eran románicas y ciertamente muy buenas”. La Institución Príncipe de Viana, dependiente del Gobierno, y la empresa Cyrpa han trabajado durante varios meses para sacar a la luz las pinturas, consolidarlas y catalogarlas. “Son muy buenas técnicamente, con mucho detalle y muy bien trazadas, con sombreados y líneas negras finas y gruesas”, asegura Alicia Ancho Villanueva, que insiste en su importancia como las pinturas murales románicas in situ más antiguas que se conocen en Navarra.
“Pensamos que en este ábside se representaba al apostolado. Tenemos a dos de ellos, y los pies de otros dos, descalzos. Y también aparecerían los cuatro padres de la iglesia, pues junto a otra figura sale la inscripción ‘AMBRO’ que parece una referencia a San Ambrosio”, dice.
Esto se puede apreciar en la zona de mayor y mejor superficie conservada, en la margen derecha, junto a la escalera que sube a la torre. Luego hay distintos fragmentos de pintura por todo el ábside, y también se han encontrado otros muchos dispersos en el piso superior que pertenecerían a la piedra de la bóveda del propio ábside que se desmontó y se reutilizó para construir la torre.
“Se ven trozos de túnicas, de pies… Sorprende cómo la pintura, que tiene casi 1.000 años, ha podido seguir tan bien agarrada, incluso después de las obras y de quitarse y ponerse piedras, seguro además que sin demasiadas contemplaciones. Estaban muy bien hechas, al falso fresco. Con el enlucido aún tierno, se pintaban los colores con agua de cal, y luego todo se endurecía y calcificaba”, explica.
Tras esta primera fase de intervención, que se acompañará de un estudio histórico artístico de Carlos J. Martínez Álava, se prevé una segunda para mover el depósito y la caldera a otra parte, y cambiar la escalera a la torre por una de caracol, para recuperar este espacio románico.